jueves, 27 de marzo de 2014

No le digas adiós, dile hasta luego…
Alguien dijo una vez “La muerte no existe como contraposición a la vida, sino como parte de ella” (Haruki Murakam), por muy fácil que parezca desde ese punto de vista, cuando se muere alguien, sobre todo si se trata de tu madre, sientes que muere una parte de ti, por el vacío que deja en tu vida, pero porque Dios existe es que hay vida después de la muerte, entonces realmente no se muere esa parte de ti solo queda apartada para ese ser tan especial, así que llena ese vacío con todos aquellos grandes y pequeños momentos de felicidad, alegría y buenos recuerdos que viviste a su lado,  por eso en honor de su memoria no permitas que la tristeza te abrume, ni que la soledad te desanime, recuerda que una madre siempre quiere lo mejor para sus hijos y desea que estén alegres y llenos de esperanza, esa esperanza que te da el pensar que un día volverás a verla, si tienes la fe y la certeza que tu madre partió con nuestro señor  a ese lugar que nos promete la biblia donde  “Nunca más se pondrá tu sol, ni menguará tu luna, porque tendrás al SEÑOR por luz eterna, y se habrán acabado los días de tu luto” (Isaías 60:20)

Ten presente que la vida, no es más que un proceso donde al final nos lleva a el camino de la ciudad eterna a la que nos dirigimos, donde tendremos junto a Dios su morada final, indestructible, esplendorosa, llena de delicias y de gozo interminable, esa casa que “Tenemos preparada en el Cielo no hecha por manos de hombre, sino por Dios” (2Corintios 5,1) solo debemos guardar  la esperanza de vivir algún día sin morir, pero ¿Podemos confiar en esta expectativa? ¡Por supuesto! El propio Jesucristo indicó que llegará el día en que la gente vivirá sin tener que morir. Justo antes de resucitar a su amigo Lázaro, Jesús dijo a Marta: “Todo el que vive y ejerce fe en mí no morirá jamás” (Juan 11:26).
Así que ánimos, y aquel que piensa que la muerte no tiene solución, pues déjame que termine con esto:Y el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1 Juan 2:17 . ¡Yo lo creo!
                                                                   
       

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